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Crónica de un pueblo que se niega a reeditar el pasado

El día 05 de Enero de 2016 quedará en los anaqueles  de la historia como la fecha en la cual el pueblo venezolano, pese a  la incertidumbre, a las amenazas mediáticas que vaticinaron un derramamiento de sangre, salió a las calles a respaldar a sus 55 diputados, parlamentarios del pueblo decididos a seguir luchando por mantener vigentes los logros que solo son posibles en Revolución, en el marco de un Estado que reconoce a hombres y mujeres como sujetos sociales e históricos.

Así, las calles de Caracas se hicieron pueblo. La gente salió con determinación a apoyar a los diputados de la Revolución. Esto no fue un mero hecho simbólico. Se trató de una acción con una gran carga argumentativa: dar un espaldarazo a las políticas sociales en las cuales el pueblo ha tenido una participación activa. Se trató de una acción en la cual hombres y mujeres afianzaron su convicción de patriotas y de defender al país ante las amenazas imperiales que se ciernen sobre la Patria.

No fueron pocas las mujeres que salieron con carteles en manos en las que decían que defenderían la Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras. No puede ser de otra forma. A partir del reconocimiento de la necesidad de atender a la familia de manera integral  fue creada la LOTTT, instrumento legal que confiere tiempo, que asume que el salario es importante para cubrir las necesidades integrales de una familia (no para subsistir), que reconoce la justa distribución de la riqueza, asunto que da al traste con la forma monopólica de tomar, por  arrebato, la riqueza o la denominada ganancia que se generaba como consecuencia de la explotación del hombre por el hombre.

Otros afiches eran contentivos de la frase: “pueblo legislador”, una forma de decirle a los representantes de la derecha que está en la Asamblea Nacional que el pueblo seguirá muy de cerca las propuestas o decisiones que pudieran adoptar los apéndices de estructuras del pasado como el FMI, Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). También hubo consignas, espetadas por la heterogeneidad de grupos sociales, a los cuales la Revolución les ha conferido también reconocimiento, inclusión y, especialmente, ha generado las condiciones para que se empoderen. Algo impensable en el pasado.

El pueblo acudió incólume, a ratos triste, probablemente con cierta incertidumbre, tal como lo señalaban con sinceridad  algunos de los asistentes. Sus camaradas, sin duda,  resultaron el mejor acompañante en estos momentos. “Esto es circunstancial”, dijo uno. “Se trata de trata de un asunto coyuntural”, dijo convencido otro. Pero lo mejor fue espetado por una mujer, que se asume como joven del barrio: “aquí hay un pueblo que no quiere volver a endeudarse con el FMI y con esto endeudar a nuestras futuras generaciones; un pueblo que no quiere dejar de acudir a la Universidad por falta de recursos, de empleo o porque las  Universidades no  abren sus puertas a la gente; que no quiere volver a trabajar en condiciones enajenantes… Las mujeres trabajadoras no queremos volver a ser una mercancía; queremos seguir pariendo hijos e hijas  en dignas condiciones y que por ello sean dignos de esta Patria… Aquí hay un pueblo dispuesto a todo para preservar lo más preciado que hemos alcanzado: nuestra irreversible Independencia”.  Como Luisa González, joven del barrio Catuche, hay millones de venezolanos negados, con determinación, a reeditar el pasado.

Prensa MPPPST